Pato



El Pato era un perro formidable que llevó una vida de lo más plena, longeva y placentera en el seno de la familia Moix Sender. Le gustaba Barcelona, pero se sentía egipcio descendiente de faraones; no le hacía ascos al pienso para perros, pero prefería el Roast-Beef; paseaba si hacía falta, pero no veía necesario ir a arrimarse a árboles lejanos teniendo uno muy conveniente a la vuelta de la esquina; relacionarse con perros no le disgustaba, pero su familia humana colmaba sus más bien modestas inclinaciones sociales.
El Pato celebraba su cumpleaños el día de Nochebuena. En estas ocasiones siempre se le reservaba un plato de Roast-Beef, y en general repetía. Luego, cuando todo el mundo se había acostado, imagino que se echaba en el sofá a dormir plácidamente con el estómago lleno de carne de primera. El sofá, aunque le estaba prohibido, era su hábitat natural. Tanto tiempo había pasado panza arriba en el sofá que su naturaleza había sufrido una modificación irreversible, como si del mismo modo que su cuerpo moldeaba los cojines del sofá, estos hubieran moldeado su genética canina. Si por alguna circunstancia inesperada se hubiera visto forzado a vivir en un entorno silvestre, parecido al que sin duda habitaron sus antepasados, el hecho de no disponer de sofá habría sido para el Pato la mayor amenaza a su supervivencia. Afortunadamente, nunca tuvo que vérselas cara a cara con la naturaleza y gozó de todas las ventajas de la civilización humana hasta el último de sus días. 
Sus familiares lo echan mucho de menos, así que esta Navidad he decidido obsequiarles con el dibujo que veis.   

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