"El lagarto astronauta", de Kenneth Cook


Esta es la cubierta del nuevo libro de Kenneth Cook que publica Sajalín, El lagarto astronauta. Como veis, he hecho la traducción y además las ilustraciones, un total de quince: la de la portada y otras catorce en el interior, una para cada relato. He colgado algunas en los varios posts que encontraréis más abajo, espero que os gusten.
Quienes leísteis El koala asesino sabréis bastante del australiano Kenneth Cook y del tipo de anécdotas que coleccionaba sobre sus muy frecuentes viajes por el Outback, el interior de Australia. El lagarto astronauta constituye la segunda entrega de su magna colección de anécdotas, y si le echáis una ojeada rápida es probable que observéis que se parece bastante a la anterior, con la salvedad tal vez de que ahora los dibujos os parecerán un poco mejores. Pues bien, si pensáis eso estáis en lo cierto: los dibujos son un poco mejores, y los relatos son igual de cómicos, o trágicos. En efecto, en El lagarto astronauta, el señor Cook persiste en deambular por el desierto australiano con el ánimo alegre de un Rousseau que acudiera a una cita con un buen salvaje del Mato Grosso, y en cada parada encuentra sin excepción a alguna clase de ser, humano o animal, por lo general absolutamente degradado o asilvestrado, que le infligirá graves daños físicos y morales, llegando incluso a poner su vida en riesgo. El tipo de humor que se desprende de estas situaciones es tan primitivo como las situaciones mismas, y me encanta, tanto que desearía poder traducir un nuevo relato de Kenneth Cook cada semana durante mucho tiempo. Por desgracia, su colección de anécdotas no es infinita, pero por suerte queda todavía la última entrega, titulada El canguro alcohólico, que Sajalín editores publicará el año que viene si finalmente no se cumplen los pronósticos de nuestros economistas según los cuales muy pronto se abrirá la tierra a nuestros pies y nos devorarán las llamas del infierno.
Aprovecho la ocasión para recomendar vivamente otra obra de Cook, Pánico al amanecer, calificada por J. M. Coetze como clásico oculto, que publicó el año pasado Seix Barral. Si no la habéis leído, pero conocéis la faceta humorística de Cook, no os costará imaginaros el giro angustioso que podrían tomar las situaciones que describen sus cuentos humorísticos en el contexto de una novela con vocación de thriller muy desquiciado. En efecto, quedar abandonado en el Outback a merced del tipo de personas que aparecen en El lagarto astronauta, tales como vendedores ambulantes de granadas, o pistoleros que apuestan ópalo a volarle la oreja a otro, no tiene por qué ser gracioso. Pánico al amanecer se parece bastante a esto, y es una novela terrorífica y excelente.

El sello del lagarto astronauta


Este sello, que a punto estuvo de costarme una tendinitis severa en la muñeca, ilustra el relato que da título a El lagarto astronauta.

El quokka asesino



"Poca gente sabe lo que es un quokka. Menos aún lo ha visto alguna vez. Es preferible que así sea. El quokka debería permanecer en la oscuridad.
Sin embargo, en beneficio de aquellos que tengan la ocasión de encontrarse con uno, les diré que el quokka es un pequeño ualabí, no mucho mayor que un gatito o que una rata grande. Tiene una cara mezquina y viciosa, y unos ojos pequeños, malvados y faltos de compasión. Como todos los ualabíes, salta a la manera del canguro y lleva a las crías en el marsupio. Por el trasero arrastra una larga cola del tipo rata."


Evasores de impuestos aficionados a los hurones





Este hombre protagoniza uno de los relatos de El lagarto astronauta. Se trata de Barney, un solitario y excéntrico bebedor de whisky, con un método muy peculiar para evadir impuestos, a quien acompaña permanentemente un hurón.

"Me fijé en seguida en él por el hurón. Un hombre sentado en la veranda de un pub de Broome, en el lejano noroeste de Australia, engalanado con un hurón es llamativo. Entré sigilosamente en el bar manteniéndome lo más alejado posible de él, porque no me gustan los hurones. Desde donde me senté podía observarlo, y me dediqué a especular acerca de su profesión. Estaba en la cincuentena y tenía los cabellos rubios, bastante largos y algo raídos. Llevaba una larga gabardina blanca, unos pantalones negros y el hurón. Podría haber sido un cazador de conejos, pero el uso de hurones en la caza de conejos hacía mucho que se había abandonado. ¿Se trataba tal vez de un simple aficionado a los hurones? Más bien era otro de los muchos locos de atar que infestan los lugares más remotos de Australia."

Destornilladores




Ilustración para el relato titulado "Muerte Blanca", de El lagarto astronauta.

"El destornillador es el instrumento más popular para asesinar a la gente en los yacimientos de ópalo de Australia. Desconozco el motivo, pero es así. Tengo noticia cierta de asesinatos cometidos con destornilladores en Andamooka y Coober Pedy, en Australia del Sur, y en White Cliffs y en Lightning Ridge, en Nueva Gales del Sur.
Solo Dios sabe cuántos huesos humanos acribillados a golpes de destornillador descansan en las profundidades de las miles de minas de ópalo abandonadas que se encuentran desperdigadas por el desierto australiano. Allí, arrojar cadáveres al fondo de las minas abandonadas es el método estándar para deshacerse de ellos. Se trata sin excepción de cadáveres de compradores de ópalo. Los compradores de ópalo llegan a los yacimientos cargados de maletas atiborradas de billetes y compran ópalo en efectivo. Sin duda, tienen razones perfectamente legales para hacerlo, pero se convierten en blancos obvios de los portadores de destornilladores que quieren su dinero. Esto no ocurriría jamás en los yacimientos de oro. A los compradores de oro se les dispara antes de arrojarlos al fondo de una mina. Las costumbres son fuertes en el Outback."


¿Alguien quiere una granada de mano?


Este dibujo ilustra uno de mis cuentos favoritos de El lagarto astronauta. Empieza así: "Hay pocas experiencias tan desconcertantes como la de estar junto a un hombre que ha tirado de la anilla de una granada de mano, y mantiene el condenado artilugio en la mano".