"Carpas para la Wehrmacht", de Ota Pavel







Sajalín publica este libro de Ota Pavel, una de mis personas favoritas, y he hecho la ilustración de portada. 
Pavel, antes que escritor "literario", fue cronista deportivo. Sus reportajes sobre famosos deportistas checos le habían dado cierta notoriedad. Según parece, los artículos eran tan buenos y sentidos que cuando los propios deportistas los leían rompían a llorar.  En Innsbruck, adonde lo habían mandado a que cubriera las Olimpiadas de invierno, enloqueció. Se cuenta que lo que detonó el brote fue lo siguiente.
Toda la República Checa estaba convencida de que en aquellas Olimpiadas de 1964 su brillante selección de hockey se llevaría el oro. Pero no lo hizo: perdieron en semifinales contra Suecia, y luego tuvieron que disputarse el tercer lugar con Rusia. Aunque ganaron a los rusos, al terminar el partido cundía el desánimo entre los jugadores checos. Como es habitual, varios periodistas se habían colado en el vestuario a la caza de declaraciones de los jugadores, y entre ellos Pavel. Este, viendo a uno de los deportistas especialmente compungido, se le acercó y, con la intención de consolarlo, le dijo que se animara, que al fin y al cabo habían ganado el bronce. El jugador le respondió algo así como "ojalá te hubieran gaseado, judío". 
Pavel ya no volvió a ejercer el periodismo, pero a cambio se dedicó a escribir sus recuerdos más felices y legó, a quien quisiera leerlos, libros tan bonitos como Carpas para la Wehrmacht, y Cómo llegué a conocer a los pecesen cuyo precioso epílogo (que podéis leer aquí traducido por Patricia Gonzalo de Jesús) explicó en cuatro palabras las circunstancias de su llegada a la literatura.

  

Portada para El Europeo




El Europeo vuelve con un enfoque nuevo, un formato nuevo, nuevas colaboraciones y energías renovadas, y me encargaron la portada del primer número. ¡Larga vida!

París 2005





Este mes se cumplen 10 años de mi llegada a París con una beca Erasmus para estudiar el último curso de la carrera de filosofía, y he rescatado este par de fotos de un disco duro portátil que, después de unas cuantas mudanzas, había dado por perdido, y que milagrosamente encontré en el primer rincón en el que debí haber buscado.  
En 2005 mis veleidades artísticas no pasaban de algún dibujo a boli bic en los márgenes de las libretas, y de alguna foto retocada gracias a unos conocimientos muy rudimentarios de Photoshop. En diez años mis veleidades artísticas han aumentado a un ritmo lento pero constante y, por eso mismo, mis ganancias hoy son más escasas de lo que entonces podía imaginar.